En su juventud seguía a Art Tatum y Teddy Wilson. Nació en pleno crack de 1.929 cuando la caída de la bolsa y la ruina provocaba que la gente se suicidara a mansalva arrojándose al vacío. Harris empezó a tocar el piano bajo la estricta mirada de su madre, desde muchachito y pronto fue titular del principal club de su ciudad de nacimiento, Detroit, donde tocó con grandes, grandes como Coleman Hawkins, Charlie Parker y Miles Davis. No se arrojó al vacío, pero sí a los brazos del bebop, de la mano de Bud Powell, uno de los gurús del género en lo que al teclado se refiere.

Barry Harris desde la primera vez que visitó nuestro país se quedó prendado del mismo, y desde los años ochenta lo visitaba con frecuencia, fundamentalmente Madrid, donde además de actuar impartía clases y seminarios, porque, no lo he dicho antes, era muy aficionado a la docencia desde que diera sus primeras clases, siendo aún relativamente joven. Alguna pianista conocí que fue discípula del protagonista de hoy, y me hablaba maravillas de su profesor.

Harris, el profesor del bebop, se nos fue en el 2.021 como consecuencia de complicaciones surgidas después de haber contraído la Covid 19.

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