Ayer se nos fue a la edad de 81 años el saxo tener Pharoah Sanders. Natural de Arkansas (13.10.40), practicó primero la batería, la tuba y el clarinete para pasar pronto al tenor, iniciándose en el rhythm an blues y en el rock and roll; pero escuchaba al jazz de vanguardia, a Sonny Rollíns, Eric Dolphy y Ornette Coleman. A los 22 años se estableció en Nueva York y empieza tocando con el batería Billy Higgins y después con Don Cherry, John Gilmore y Sun Ra, entre otros. No obstante su encuentro con John Coltrane con el que tocó desde 1.965 hasta la muerte de éste en 1.967, en conciertos, giras y algunas grabaciones, fue lo que le marcó tanto musical como personalmente. Sanders es de los máximos exponentes del free jazz y, siguiendo a Coltrane, se adentró en la espiritualidad primeramente hindú y después intentando fusionar todas las religiones monoteístas a través de su música. “Amo todas las religiones que hablan de un Ser Creador”, las mitologías de la India, de África, de Egipto y el culto a Coltrane hicieron el resto. La música de Sanders no es fácil. El saxo de Sanders caminaba por todos los registros con una naturalidad asombrosa, del más agudo al más grave, como si con ello quisiera abarcar los confines del universo.
No hace mucho me hice con su último trabajo “Promises”, un álbum en el que el saxofonista tiene la colaboración del músico electrónico británico Floating Points y de la Orquesta Sinfónica de Londres. Es una especie de suite de 46 minutos de duración, precisamente eran 46 los años que separaban al electrónico del saxofonista. Música ciertamente envolvente, onírica, que se ha de oír en el remanso de una noche, en silencio, acompañado de un bourbon.