El otro día hablando de cine me acordé de esta película de 1.987, dirigida por el danés Gabriel Axel y que en su momento me cautivó, como a otros muchos. No en vano consiguió el Oscar y otras nominaciones en reputados festivales como el de Cannes.
Y después de acordarme de Babette hice por verla y lo hice a través de Amazon Prime. Y nuevamente me sentí cautivado por todo lo que se encierra en esa película.
Finales del siglo XIX, una pequeña aldea de la península de Jutlandia, región de Dinamarca, sus habitantes laboriosos y puritanos hasta la médula que adoraban al Pastor, padre de las dos protagonistas, que falleció y era el guía y mentor espiritual de la aldea. Las dos hermanas han renunciado a la felicidad por la rígida educación impuesta por su padre.
Una serie de acontecimientos harán que se resquebrajen esos valores puritanos que le impiden disfrutar mínimamente de la vida y que, a su pesar, disfruten, sin reconocerlo, del festín, a modo de cena, que les prepara Babette, la cocinera francesa que había llegado a la aldea huyendo de la guerra civil francesa, que trabajaba para las dos hermanas que la acogen y que gasta todo lo obtenido en un premio de lotería, en prueba de agradecimiento, en la preparación de una exquisita y excelsa cena.
Amores imposibles, frustraciones, miedos insuperables, puritanismo religioso mezclado con hipocresía que reprime cualquier manifestación de goce o disfrute. El festín de Babette despertará sus sentidos, provocará encuentros, provoca la magia y la fantasía. Algo empieza a fluir.
A todo esto, buen día.