No deja de ser un cuento de hadas la deliciosa película del año 2000, nominada al Oscar, en cinco categorías en el 2001, y ganadora del Goya a la mejor película extranjera. El director Lasse Hallstrom se basa en la novela del mismo título, para construir una historia sobre los prejuicios que reinan en un pueblecito francés, Lansquenet, sumido en una tradición represora, en el que nada ha cambiado en mucho tiempo, y cuya tranquilidad casi de cementerio se ve perturbada por la llegada de una madre soltera (Juliette Binoche) y su hija, que abren una pastelería o chocolatería, cuyos afrodisiacos bombones provocan que la gente del pueblo sea más auténtica y se enfrente a sus emociones. Vianne, la protagonista, adivina que tipo de chocolate prefiere el paladar y el alma de las gentes del pueblo, por el poder que según una leyenda maya tiene este manjar para desenmascarar los anhelos de la gente.
Claro que las fuerzas reaccionarias se alían para hacer la vida imposible a Vianne, que no es muy aficionada al catolicismo que digamos.
Bueno, no sigo para no hacer “spoiler”, como ahora se dice en lugar de “destripar la peli”, por si alguien no la ha visto. La banda sonora también es guapa. Ahora que se acabaron las Navidades, la película anima a seguir comiendo chocolate y otros manjares… ¡A ver ese gymn¡