Estamos en los años 30, en Harlem. Bajo una lluvia fina, vamos sorteando transeúntes y nos dirigimos al Cotton Club. Varios coches con conductor dentro en actitud vigilante, aparcados esperan. Un tipo grandote, con sombrero calado hasta las cejas nos para en la puerta, nos mira detenidamente y después nos registra en busca de armas. Nos deja entrar, chapurreando algo en un inglés ininteligible. Una vistosa camarera nos busca una mesa. Nos coloca en una parte algo más elevada del resto, por lo que podemos divisar el conjunto de mesas, cada una con su lamparita, que ocupan el local y también alcanzamos a ver la barra. Por supuesto, todo el personal es blanco, pronto nos sirven algo de comer, pollo frito y tomamos cerveza.
A lo lejos, me parece divisar a Frank Nitti, o al menos es un tipo que se le parece mucho y lleva su típico traje oscuro con unas rayitas grises. La compañía de dos gorilas que miran para uno y otro lado, parece corroborar mi apreciación. Más cerca de nosotros veo con nitidez a Fredo Corleone, que parece sucumbir a los caprichos de la rubia que le acompaña. Ríen abiertamente. La mesa de Nitti recibe una visita, un tipo bajito se sienta al lado. Se han saludado muy efusivos, y el bajito ríe de forma estruendosa, sin dejar de mirar a un Nitti que sólo esboza una ligera sonrisa. Sus dos acompañantes fornidos se quedan cerca, de pie. Miran de un lado a otro, como los que acompañan a Nitti que se han levantado, pero permanecen a sus espaldas en la misma actitud.
Cab Calloway va de un sitio a otro, con aire nervioso. Hoy le toca ser telonero del “Duke”.
La barra está en plena ebullición. Hermosas mujeres fuman, beben y charlan animadas con sus acompañantes. De vez en cuando se oye un gritito que sigue al descorche de las botellas de champagne.
El escenario empieza a poblarse de músicos negros con sus instrumentos. Solo pueden pisar el escenario, no se les permite ni bajar a la barra. También hay unas chicas bailarinas con poca ropa. Comienza el espectáculo. Los gansters hacen sus negocios. No sabemos si esta noche o mañana por la mañana, aparecerá algún cadáver junto al cubo de la basura, o si se producirán acribillamientos entre ocupantes de coches que circulan con cierta velocidad. Es Harlem, años 30, el jazz juega su inocente papel. La lluvia sigue mojando las calles, ajena a todo.