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El “Kid de Minneapolis”, hijo de un pianista de jazz, llegó a dominar no solo doce instrumentos, sino que logro dominar todo lo que le rodeaba, Un déspota consigo mismo y con sus colaboradores. El típico perfeccionista que controlaba sus actuaciones al milímetro, añadiendo al espectáculo musical, de por si superpotente, una exhibición de provocación de alto contenido erótico, hasta el punto de que en uno de ellos se desnudó y se tumbó sobre su guitarra sugiriendo un coito. Algunos lo consideran como una mezcla de Hendrix, Bolan, Jim Morriosn, Baudelaire y Rimbaud. Ménuda síntesis,
Prince controló a su propia compañía discográfica, nada menos que la Warner, imponiéndole todo, músicos, contenidos, arreglos. No necesito de productores como Quincy Jones, Era una especie de Juan Palomo yanqui. Fue el artífice del electrofunk, música sintetizada proveniente del r&b, jazz, música disco y del soul, por supuesto. También compuso excelentes baladas sensuales, como “Purple Rain”, y música para cine.
Tuve ocasión de verlo a primeros de los 90, en el estadio de Marbella. Sacó un pedazo de descapotable al escenario, y aunque no me acuerdo muy bien del concierto, porque la noche post-Prince en el puerto de Marbella hizo sus estragos; no me acuerdo si dormí o no y, en su caso, donde dormí,. Sí recuerdo que comentábamos los amigos que el concierto fue inolvidable, y sí, pero por un día. Es lo que tiene…..
Se fue en 2016 con 58 años. Por cierto, tuvo entre sus máximos admiradores a Miles Davis.
Yo también estuve en ese concierto, y fue buenísimo te lo aseguro.