Pianista, poeta, compositor, se reconoce deudor de Lennie Tristano, Bud Powell o Thelonious Monk, pero es obvio que trascendió a sus maestros.
Aquellos que vayan a buscar la melodía en la música de Taylor, la inmensa mayoría de las veces se van a dar de bruces. Su música es difícil, como gran aficionado al baile y a la danza, sus dedos bailan sobre el teclado con una intensidad, rapidez y energía que llegan al frenesí. No en cualquier momento se puede escuchar a Taylor. De hecho, pocas compañías discográficas lo hicieron y tuvo que fundar la suya propia para publicar sus trabajos.
En compañía de mi amigo, recientemente desaparecido Hans, fui a verlo a Sevilla, hace ya bastantes años, creo que sobre el 2.008 o así. Actuaba en solitario. Recuerdo que se dirigía al piano como danzando, y sus dedos danzarines no pararon durante todo el concierto de bailar y con qué energía sobre las blancas y las negras. Terminamos un poco anonadados mi amigo y yo, y la vuelta para Málaga la hicimos casi en silencio. Cecil Taylor nos había dejado exhaustos.
Cecil nos dejó en abril de 2.018. No sé si habrá logrado descansar.