Es tradición, costumbre, convencionalismo desear paz, amor y felicidad en estas fiestas y, por supuesto, desear un próspero año nuevo. Por cierto que la palabra próspero que poco trabaja, solamente se utiliza si va acompañada de año y de nuevo, y claro por unos días, porque no se va a emplear ya en el mes de febrero, cuando acabamos de subir la cuesta de enero y gastarnos unas perras en las rebajas.
Pues bien, no voy a criticar que se deseen esos parabienes a los demás, aunque sea solo por navidades, pero sí que me parece incongruente tanta festividad, tanta supuesta alegría, tantas luces y que los políticos peleen por ver quien lo tiene más largo, el árbol de navidad,, claro y quien pone las luces mas maravillosas, cuando muy cerca de nosotros están muriendo inocentes a mansalva, mejor dicho están matando, ya sea en tierras de Gaza o de Ucrania y hay tantas guerras más lejanas o situaciones tan extremas como las de Afganistán, por citar algunas de ellas. En el reino de esos genocidios y también de la mentira, de la impostura, de la hipocresía, de la desigualdad social y de la insolidaridad manifiesta, solo parece preocuparnos quien hace el derroche mayor, el consumismo desaforado, mientras mostramos una alegría las mas de las veces impostada.
Por supuesto, que aunque sea mosca cojonera, no estoy ajeno a esa inmoralidad social y participo de ella, con mucha impotencia, como creo que muchos y reflexionando sobre lo dicho, aunque la reflexión no sirva para nada.
En definitiva, que paz, amor y muchos momentos felices para todos, a pesar de todo.
Os dejo un par de villancicos y algo de surrealismo antiguo para la nochebuena.