La tragedia que se está viviendo diariamente en Canarias multiplicada por la reciente vivida en El Hierro hace que cobre, de nuevo, actualidad lo que escribí en su día y ahora reproduzco.
Ayer, cuando plácidamente almorzaba en mi confortable casa una buena comidita regada por un buen vino, viendo el telediario me sacudió la noticia de la tragedia, una vez más consumada en los mares, en este caso el mar Jónico, donde cientos de seres humanos, gran parte de mujeres y niños han quedado sepultados en las aguas cuando trataban de huir de las guerras, de las miserias, de las hambrunas de sus países, llámense Afganistan, Siria, Irak, Irán, Yemen……
Pensé, ahora que empezamos desde nuestra comodidad burguesa a disfrutar de las playas, del mar, de todo lo bueno que le rodea, comiendo buenos pescaitos, bebiendo nuestras copitas, o sea, que el mar que para nosotros es sinónimo de placer y de buen vivir, para una marea inmensa de refugiados, de los desheredados de la tierra es el cementerio que encuentran cuando buscan la vida, o sea, es sinónimo de muerte.
Al pensar en el “cementerio marino”, me fui a buscar el poema del mismo título de Paul Valery, escrito en los años 20 del siglo pasado, y buceando en las interpretaciones que al mismo se han dado, una de ellas hace referencia a que viene a reseñar la aceptación de la muerte como etapa de un ciclo natural de generación y regeneración de los seres vivos, La muerte, como el dolor es el reverso del placer, es la otra cara inseparable de la vida.
Para nosotros el mar es el placer de la vida, para esas personas el mar que conciben como tabla para alcanzar la salvación, representa demasiadas veces el camino de una muerte horrible.
No hay que decir más. Desde la impotencia, no me quedan palabras.
Gianmaria Testa cantó en “Ritals” esta tragedia repetida.