Ha sido como la crónica de una muerte anunciada, ya que el propio Sakamoto se ocupó de anunciar su pronto final y estaba componiendo una especie de diario de ese tiempo breve a través de un libreto de 12 miniaturas pianísticas grabadas domésticamente. No sé si verán la luz. Sakamoto nos dejó el pasado 28 de marzo.
Por lo demás, Sakamoto era un superdotado que a los tres añitos tocaba el piano, que comprendía las conversaciones en todos los idiomas. Fue el jazz un género que llamó su atención en la juventud, pero sucumbió a la música electrónica de los setenta de la mano de los pioneros “Kraftwerk”, lo que puso de manifiesto en la formación de su grupo “Yellow Magic Orchestra”. Pero también el pop, el electro funk, y su capacidad compositiva para bandas sonoras ocuparon su tiempo y su vida. Ha colaborado con todo bicho viviente, David Sylvian, Iggy Pop, Robbie Robertson, Brian Wilson, Youssou N’Dour, Arto Lindsay y Robert Wiatt entre otros. Lo que se dice un ecléctico en materia musical. Su beso con David Bowie fue una especie de icono para el movimiento LGTBI, conoció “la maravillosa locura de la noche madrileña”, de la mano de Almodovar. Vivió 71 años, según parece, intensos. La cita de Hipócrates “El arte es largo, pero la vida es breve”, era su lema. Y cierto es, cualquier tarea importante, que requiera conocimiento, destreza, habilidad, largo es de aprender, pero la vida de quien lo emprende es corta. Ahora bien, su legado es amplio y se le considera el compositor más influyente del último medio siglo.