
Dice Joaquín que ha dicho adiós a los escenarios, tal vez Sabina no piensa lo mismo, El tiempo lo dirá. A lo mejor imita, aunque creo que no, al inefable Miguel Ríos que se ha retirado varias veces, sacando partido de cada una de ellas, Lo creo más auténtico.
Conocí a Sabina, allá por 1.981, cuando aquello de “La Mandrágora”, junto con Krahe y Alberto Pérez. Después transité por la “calle melancolía”, y “me han dado las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres”, en más de un “dulce hotel”, acabando por “el bulevar de los sueños rotos” encontrando “peces en la ciudad”, cuando escuchaba “la canción más hermosa del mundo” y buscaba a mi “princesa”, encontrando las mas de las veces sólo “ruído”.
Por razones biológicas fue Serrat mi cantautor de cabecera, pero reconozco que éste era, por más cariño que le tenga, bastante adicto a los ripios y que Joaquín ha sido y es mejor letrista, cantando a lo cotidiano, a lo urbano y al desamor, bastante mejor poeta y más perdurable. Y cuando vi a ambos juntos en el escenario, el de Úbeda se merendó al del Poble Sec.
De todos es sabido que Joaquín, o mejor Sabina, ha hecho de Sabina un personaje: fumador, bebedor, superviviente de los peligros de la noche, mujeriego o ligón, tal vez algo maldito….., pero eso no le resta un ápice a su gran cualidad, la de ser un buen poeta que elige las palabras adecuadas para escribir con frecuencia al desamor, acompañándose siempre de la música adecuada que el mismo compone y arregla, arropado de buenos profesionales.
Dice Joaquín, no sé si Sabina, que ha cantado “su último vals”, lo mismo será cierto, parece que algo quemado está, pero seguro que nunca lo encontraremos “donde habita el olvido” porque siempre “nos sobran los motivos” para recordarlo más de “19 días y 500 noches”.
