Mis Andanzas Por Lisboa.

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Las calles de los centros de las grandes ciudades cada vez se parecen más unos a otros. Las franquicias cada vez ocupan más espacios, y son los mismos restaurantes, los mismos escaparates los que se aprecian, con independencia de la ciudad que se visite.

He estado unos días por Lisboa y he podido volver a comprobarlo. Pero así y todo, siempre me encanta visitar el país vecino y siempre acabo satisfecho en cada visita. Llevaba muchos años sin viajar a la capital lusitana, y sin pasear tanto  por sus zonas céntricas como  por el Chiado, el Barrio Alto, la Alfama. Fue en este último rincón, lisboeta por excelencia, donde después de comer en una pintoresca terracita un buen pulpo a la figuerelo, regado por vinho verde, en un rato en el que la lluvia nos respetó, pasamos a una casa de fados, donde en una hora disfrutamos con una copita de moscatel, de la música que canta la nostalgia, la saudade, la melancolía, en esta ocasión con temas que no conocía y no por ello menos bellos.

El Chiado, a pesar de las franquicias, conserva su bullicio, su encanto; pero es el Barrio Alto, siempre tan bohemio, el que me pareció que mejor mantiene su sabor tan lusitano con sus tascas en la que los turistas, yo era uno de ellos, no suelen entrar, con sus locales tan peculiares, y que con el paso del tiempo es el que viene recogiendo el ambiente nocturno y festivo. Y además, apenas hay turistas, tal vez por aquello de su antigua mala fama.

De nuevo subí al Castillo San Jorge y desde allí y de sus miradores que encuentras en su camino donde tienes a Lisboa a tus pies, divisando a lo lejos el imponente Puente del 25 de Abril; por cierto, que en la bajada nos topamos con el Restaurante O Guerreiro, y en su acogedora terraza pudimos degustar de una Cataplana con vinho branco, que no hizo ser mas peligrosa la bajada por las calles empinadas hacia la Plaza Figueira donde teníamos el hotelito

.La Torre de Belem, Monumento a los Jerónimos, espacios que he visitado otras veces, con poquita gente, estaba inundado de turistas, como yo, y es que hoy “la rebelión de las masas” de la que escribia Ortega y Gasset, es toda una invasión, en todas partes y a todas horas, salvo que se encuentren lugares más recónditos y tampoco.

Si en Oporto es la Librería Lello la que ha de visitarse y recorrerla pausadamente porque se considera una de las más bonitas del mundo, en Lisboa es la Bertrand la que es interesante visitar, porque además de ser igualmente bonita y acogedora es la librería más antigua del mundo, que ni siquiera cerró por la pandemia. Y de recuerdo me traje un libro, el primer ensayo histórico sobre la Revolución de los Claveles, su autor, Medeiros Ferreira.

El terrible accidente que se ocasionó en el funicular, Ascensor de la Gloria, de subida al barrio alto, motivado por el escaso mantenimiento del mismo y la escasa vigilancia sobre su funcionamiento a cargo de la empresa privada que asumió esas tareas, también ha provocado que, con razón dejen de funcionar míticos elevadores como el de Santa Justa que también se había encomendado a la misma empresa. Hay procedimiento judicial para depurar las responsabilidades penales del caso. No sé si se ha cobrado responsabilidades políticas.

He vuelto de Lisboa cansado, con necesidad de días de tranquilidad, pero con ganas de regresar a sus calles, a sus gentes, a su música,  a pesar de la lluvia que nos ha mojado en más de una ocasión, en esta visita. Es lo que tiene……

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