El pasado sábado 12 de octubre tuve la suerte de asistir en el Clarence Jazz Club de Torremolinos al concierto de Steve Coleman and de Five Elements. Mereció inmensamente la pena. Fue un concierto para recordar, de aquellos de los que dices “estuve en el lugar adecuado y en el momento apreciado”. Los directos de Coleman son espectaculares. A pesar de su música compleja atrae al respetable. Eso se dejó sentir la noche del sábado con un público entregado a la intensidad creciente de la propuesta del saxofonista alto, extraordinariamente arropado por la trompeta de Jonathan Finlayson, el bajo eléctrico de Rick Brown y la batería de Sean Rickman. Ensamble o ensamblaje perfectos, dificilmente conjugable con la improvisación muchas veces colectiva que abordaron. En muchos conciertos se aprecian las claves de los músicos a la hora de terminar un tema, se acude de nuevo a lo que podríamos llamar el estribillo, se cruzan entre ellos gestos de complicidad, miradas y se puede llegar a aventurar cuando e incluso como va a ser el final. del tema. En el caso de Coleman y sus compiches eso es imposible. La música sorprende y atrapa de principio a fin. Además resulta difícil de describir. Sin duda, el Clarence se apuntó un concierto histórico de una de las figuras del jazz mas relevantes desde hace ya unas cuantas décadas.
Esto que sigue es lo que escribí de nuestro protagonista, en su momento.
Su música no es fácil. Ahora bien, sus directos impactan. Se considera un “compositor espontáneo”, y lleva toda la razón. Tampoco se sitúa en el jazz. Su discurso se nutre de la música africana, del funk, el soul, de ese cajón de sastre que se llama la word music, el rap y por supuesto del jazz.
Encabeza diversos proyectos, con los “Five Elements” funda el movimiento M-Base, cuyo elemento definitorio es la superposición de estructuras rítmicas de diversa métrica, sobre ello cada instrumentista del grupo improvisa e incorpora elementos de las músicas antes reseñadas, africana, rap, funk. Es complicado, pero ya digo presenciarlo en directo, consigue atrapar al que tenga los oídos abiertos. Lo he comprobado en varias ocasiones.
La distorsión aparente que propone le ha hecho abrirse adeptos en el mundo del punk
Steve Coleman, de Chicago y de 1.956, es el cambio personificado, la innovación permanente.