El que en casi en un año de funcionamiento del blog no haya aparecido nuestro protagonista no ha sido fruto del olvido, sino más bien de la desidia del arriba firmante para hablar y seleccionar música de este personaje incomprendido para muchos y del que tampoco, como de ninguno, es que sea un entendido, ni tampoco un fan desmedido.
La música de este genio, nacido en Baltimore en 1.940, es difícil de escuchar. Es inclasificable, pero como siempre digo, no hay necesidad de clasificarlo todo. Creo que la música de Zappa requiere cierta preparación para escucharla. No se puede escuchar en cualquier momento, no admite tenerla de fondo y hay que sumergirse con ahínco en la misma para tratar de asimilarla. Además del rock, el jazz y la clásica fueron territorios visitados por el primero baterista y después guitarrista que fue Zappa. Tiene un total de sesenta publicaciones entre discos en directo y en estudio. Muchas veces hacía el recorrido inverso de la mayoría de los artistas, hacia el directo antes que el arreglo para la grabación en estudio. Aunque sus ídolos de infancia fueran Muddy Waters y Howlin Wolf, su gran influencia fue la del compositor francés afincado en USA., Varese al que no tengo el gusto de conocer y que describía la música como “un ruido organizado”.
Zappa no dejaba títere con cabeza en cualquier tema que abordaba. Sus sátiras se dirigieron a todo quisque, a la industria discográfica, a sus compañeros de profesión y, por supuesto, a la clase política y al sistema social en general. Abominaba tanto de los conciertos en los que el personal bebía y se drogaba sin atender al escenario, como de los conciertos de la música clásica en los que decía el personal fingía entender lo que escuchaba aparentemente muy atento. Se adelantó en la crítica del postureo, del predominio de la imagen sobre el conocimiento y tildó de gran mentiroso a un tal Donald Trump, allá por los 90. Un vulgar cáncer de próstata acabó con su vida en 1.993. Aún no había cumplido los 53.