Soprano, ya retirada de los escenarios, nacida en 1.944, mezcla de Nueva Zelanda, Irlanda y de la etnía de la Polinesia, maorí, y considerada como la mejor voz de su tiempo para interpretar a Mozart y a Strauss, pero que, en modo alguno, se queda atrás cuando interpreta a Verdi, Haendel o a quien se tercie. Su belleza le hacía ser candidata a representar en la ópera a condesas, princesas, personajes de la nobleza. Pero la belleza de su voz encandila a quien no la ve. La ópera tiene sus momentos y confieso que sólo he asistido a dos representaciones, un Rigoletto en Praga, con un buen barítono y una soprano tirando a regular y un “Don Giovanni” en el Cervantes, bastante pobre y lamentable. No eran, en ningún caso, grandes voces. Tal vez el problema está en que si en los discos oímos a la Kanava, Sutherland, Freni, y a la gran Callas, o a Pavarotti, Krauss, Domingo, Van Dam, Caruso, cuando oyes en las mismas óperas a voces no tan grandiosas, el contraste puede ser mayúsculo. Aun así, reconozco que no soy experto en ópera, bueno, no soy experto en nada. Me gusta la música, simplemente y las orejas siempre abiertas, para escuchar y aprender. A propósito, hablando de ópera, recomiendo ver la película “El profesor de música” del francés Gerard Corbieu, una joya. Os remito una muestra.