Su condición de albino no hizo más que darle problemas, tuvo que luchar contra la marginación que en África sufren los que sufren la falta de melanina en la piel, porque en la cultura mandinga se considera que es signo de mala suerte. Igualmente el hecho de ser descendiente del fundador del Imperio de Mali, le creó problemas porque en su familia se estimaba que su dedicación a la música, y más en concreto cantar era incompatible con su condición de noble. Salif Keita, por tanto, ha tenido que luchar contra esas marginaciones, se ha convertido en un activista a favor del albinismo. En 1984 se fue a París, decisión acertada porque allí alcanzó mucha mayor proyección su obra. Ahora vive en Bamako, la capital de Mali.
Salif Keita es uno de los cantantes africanos más aclamados en Europa y su estilo es producto de la fusión de ritmos tradicionales de África Occidental e influencias de la música europea y americana, aunque manteniendo cierta tradición de la música islámica.
Tuve la ocasión de verlo hace unos años en el Cervantes y fue un concierto divertido y marchoso. Actualmente tiene 72 años.