Georges Moustaki, la voz que seduce.

Creo que fue mi prima Menchu, a quien tanto quería, la que me dio a conocer a Moustaki. Acabaría de publicarse “Le Meteque”. Nacido en Alejandría en 1934, admirador de la canción francesa y de Edith Piaf, cuando oyó a Brassens lo convirtió en su ídolo y maestro hasta el punto de adoptar su nombre de pila. Se inició en el mundo de la música componiendo canciones para otros, como Serge Regiani, Bárbara o Yves Montand, y por supuesto la celebérrima “Milord” para la Piaf, con la que tuvo algo más que una hermosa amistad. La interpretación y grabación en 1968 de “Le Meteque”, supuso su mayor éxito. El disco del que forma parte esa maravilla de canción es, en su totalidad, una joya, y lo sigo escuchando con frecuencia y con placer. Reconozco que Moustaki es una de mis debilidades. Lo vi en dos ocasiones, la primera en condiciones pésimas de audición en el Polideportivo Carranque y la segunda, muchos años más tarde,  en el auditorio del Ejido en un concierto cuasi íntimo, que aún recuerdo no sin cierta emoción. Por su canción “Declaration”, en la que “declara el estado de felicidad permanente”, se le consideró cercano a movimientos troskistas, por aquello de la revolución permanente de Trotsky.. El 23 de mayo de 2013 nos dejó. Dos años antes había abandonado los escenarios por una afección pulmonar.  Moustaki es uno de los míos y sospecho que también es de muchos de los seguidores de los micro surcos. Sin duda es de los que ha dejado surcos, o huella, en el arriba firmante. Una voz, nada espectacular, pero seductora.